y aún no te has ido.
Ya mis ojos lloran
ácido negro y espeso
sobre el puente grisáceo y pétreo
que nos tendió una oportunidad.
Aquellos patos
que peleaban por migas de pan
nuestro futuro predijeron,
pues bien que se alejaron al vernos
-abrazados al atardecer-
como quien huye del fuego.
Debí entonces dudar de sus graznidos,
pues no eran otra cosa que gritos, lamentos;
debí dudar de los versos que me escribiste
durante esos dos meses en los que estuve en el infierno.
Y ya olía a sangre entonces,
pero yo sólo deseaba lanzar suspiros,
suspiros de los que ahora huyen las aves,
suspiros, sólo suspiros.
Y es que eso es todo:
ese olor a sangre, ese corazón partido,
esas aves que huyeron
y un triste amanecer sin sonidos.
Eyenik (20/11/2011, a las 3.35h. de la madrugada)
Tweet |